…atravesar el desierto del desamparo…

 

Aprendí, de nuevo insisto: aprendí que jamás podría amar, ni ser, ni vivir en plenitud sin el valor de atravesar el desierto del desamparo. Lo sé. Y lo sé porque puede saberlo cualquiera que, aun en medio de la desolación, no le queda otra opción que dejarse atrapar por el Soplo de la vida.
Ah, ese renacer,
ese recomenzar,
que, tierna y tercamente,
albergan los finales…

 

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