A mi amigo Kepa Arrate

 

A MI AMIGO, EL MAESTRO ZEN KEPA ARRATE, QUE ME INICIÓ EN EL ZAZEN, Y QUE ESTA MADRUGADA DIÓ EL PASO HACIA SU VERDADERA MORADA.
Nuestro diario quehacer
se fragua en la nostalgia
de un gran encuentro.
Mientras nos consideremos como entidades separadas, damos la espalda a lo Real, y nuestro sufrimiento aumentará por el olvido
de nuestra verdadera patria. En el atardecer de la vida los surcos y la mueca de los rostros de estás personas traslucen la resaca de todo lo sufrido. Y, así, repatriados de la fuente de la vida, pasamos el tiempo consagrados a una idea, o a una proyección falsa de lo que vida es, enfundados en el falso personaje de nuestro pequeño ego.
El sufrimiento, la angustia, no tienen su origen en el silencio, ni son las innumerables expresiones del silencio las causantes de nuestros conflictos, sino ese olvido sistemático de lo que es la fuente de toda forma y de toda expresión. El sufrimiento, por tanto, está relacionado con la falsificación de la Vida, que no sabe de dualismos ni fronteras.
El vivir verdadero es gozo, gozo porque sí, gozo sin objeto. La meditación verdadera, sea del signo que fuere, es un dar a ver; o, más claro: un dar-se a ver en el Ser, su epifanía.
He vuelto a soñar que me adentraba, aún más y más, en el cuerpo evanescente del devenir de mis células. Y en ese lugar ignoto, me aconteció que eso que llaman la vejez, iba barriendo de mi memoria todo aquello que aprendí a lo largo de mi estancia en el tiempo.
Comprendí el sentido del no saber, que llaman deterioro; la razón del no poseer y des-prenderse, así como el significado de la progresiva ausencia de poder y potestad sobre otros que en algún pequeño tiempo hube de experimentar, incluida la clarividencia o una suerte de amnesia en cuanto a las referencias que creí fundamentales a lo largo de toda mi vida.
…Y llega un momento en que des-cubres, que tu latido en absoluto te pertenece; que alguien- la Vida- late en ti y por ti. Y, por si fuera poco, sabes bien que no estás loco. Y tanto la ceguera de los velos como la angustia de lo des-velos comienzan a caer y remitir, guareciéndote en el abrigo de tu más hosca desnudez. Todo eso lo vives como quien experimenta la hermosura de creer en la luz en plena noche, la presencia en la ausencia, el cobijo en la intemperie (pese a mi maltrecha columna), el arraigo en el desarraigo y el asentamiento en las fronteras del aire.
Y entonces –qué curioso- comprendes, y disciernes, el porqué “Eso” cuya intencionalidad nos rebasa y rebosa, prepara para el anciano un tiempo sin tiempo y un lugar fuera de lugar, donde el supuesto viejo, des-nudo, (libre de todo nudo) del pasado y las angustias del futuro, se adentra en un presente que es Presencia que le inunda y plenifica. El cuerpo lo delata. Es cuando el llamado abuelo se juega todo a una partida; es cuando el adjetivado viejo puede –de él depende- devenir en sabio, puesto que esa plenitud pertenece a quien ha pastoreado su vida siendo consciente de que la aventura del vivir, si de verdad esa aventura, entraña el riesgo de perderse.
Pero hasta el perderse es ocasión de gracia que merece la pena de las penas. Porque es liberador sentir la vida en plena muerte. Y aún más: comprender que ambas son lo mismo. Entonces puede que ocurra que en vez de morir de miedo, muramos de risa, lo que no deja de tener gracia. Todo es gracia.
R.R.
Nadie emprende
este camino
salvo el crepúsculo de Otoño
(Matsuo Basho)

 

Música: Lito Vitale – Ese amigo del alma

 

 

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